La escena se repitió como cada año, el bypass del cruce de las avenidas Pachacútec y 26 de Noviembre, en Villa María del Triunfo, quedó totalmente inundado tras una intensa llovizna la noche de este fin de semana.
La escena se repitió como cada año, el bypass del cruce de las avenidas Pachacútec y 26 de Noviembre, en Villa María del Triunfo, quedó totalmente inundado tras una intensa llovizna la noche de este fin de semana. Un vehículo con una familia entera, incluidos adultos mayores, quedó atrapado bajo el agua. No fue un evento excepcional, fue la consecuencia predecible de una infraestructura mal diseñada y de una gestión pública que solo reacciona cuando el agua ya está hasta las rodillas.
Riesgos para la salud y el bienestar
Además del caos vehicular, el aniego dejó agua estancada durante horas, convirtiendo el bypass en un criadero perfecto de bacterias. Las personas que intentaron cruzar, expuestas a aguas sucias y frías, estuvieron en riesgo de infecciones, enfermedades dérmicas y respiratorias. Esto no es solo un problema de tránsito: es una amenaza directa a la salud pública que las autoridades parecen seguir ignorando.
Siempre la misma historia, siempre la misma excusa
Vecinos entrevistados no se sorprendieron. “Toda la vida ha sido así”, dijo un conductor. “Siempre se inunda. El bypass está mal hecho”. Y no es para menos: cada temporada invernal, el bypass colapsa, y el guion se repite. Lluvia, aniego, vehículos atrapados, y finalmente, personal municipal con motobombas tratando de “salvar la situación”. Una respuesta que llega tarde y que ya no convence a nadie.
Solución a corto plazo, no a largo plazo
Este lunes 23 de junio, EMAPE desplegó una motobomba para drenar el agua. Mientras tanto, ambos sentidos del bypass quedaron cerrados, limitando el acceso a sectores como Nueva Esperanza, Tablada de Lurín y parte de Villa El Salvador. Pero enviar una motobomba después del desastre no es una solución, sino un parche. Lo que se necesita es un sistema de drenaje real.
Lo que debió facilitar el tránsito, hoy divide a distritos enteros. Lo que debió ser una vía moderna y funcional, se ha convertido en una trampa anual para conductores y vecinos. El paso a desnivel no solo representa una falla técnica, sino una metáfora perfecta del abandono municipal. Mientras tanto, los ciudadanos pagan el precio en tiempo, salud y seguridad.
La Municipalidad de Villa María del Triunfo, como de costumbre, llegó tarde y sin un plan. Solo se limitó a bloquear el acceso de las avenidas, sin ofrecer asistencia real ni soluciones de fondo. ¿Dónde están los estudios, las inversiones, los proyectos? Lo único constante parece ser la indiferencia de las autoridades ante un problema que ya es rutina.
El barro baja de los cerros
La garúa no sólo inunda, también arrastra. Desde las partes altas de José Carlos Mariategui, Nueva Esperanza y Tablada de Lurín, el agua corre cerro abajo arrastrando barro, piedras y desechos, invadiendo las pistas principales. Los vecinos, con escobas viejas y latas oxidadas, improvisan barreras de tierra y sacos de arena para intentar desviar el torrente. Doña Mercedes, una vecina de la zona, contó entre lágrimas que ya ha tenido que sacar el agua de su sala tres veces este mes. “No dormimos tranquilos. Apenas llueve, tenemos que estar listos para tapar, barrer y rezar que no entre más”.
El colmo no es que llueva. El colmo es que, con cada lluvia, se repita el desastre sin que nadie haga nada. La ciudadanía no puede seguir esperando a que una motobomba sea la única respuesta. Exijamos obras que duren, drenajes que funcionen y autoridades que respondan. Hoy fue una llovizna. Mañana puede ser peor. Y no podemos permitir que la solución siga siendo un balde.