MADRES EN RESISTENCIA: ENTRE LA CELEBRACIÓN Y LA LUCHA

Para muchas madres, este día no es felicidad: enfrentan barreras y el dolor por hijas e hijos desaparecidos y asesinados por un Estado indolente.


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Categoria : Local
Fecha de publicacion : 12 de mayo de 2025 a las 12:21 p. m.
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#DíaDeLaMadre #Perú #Justicia
Fuente : Foto/Difusión

El Día de la Madre, celebrado cada segundo domingo de mayo en Perú, es una fecha especial para muchas familias. Sin embargo, para miles de madres, este día está marcado por el dolor y la ausencia. Son madres que claman justicia por sus hijas e hijos desaparecidos o asesinados, y que aún no encuentran verdad ni reparación.

 

Mientras muchas y muchos intentamos romantizar este día, olvidamos que nuestras madres han enfrentado y siguen enfrentando múltiples barreras para criarnos. Desde vivir en una sociedad machista con escasas oportunidades para ellas, hasta sufrir la discriminación sistemática del Estado, que les niega el acceso pleno a sus derechos. Peor aún: es el propio Estado el que les arrebata a sus hijos, ya sea por acción directa —a través de la represión y la violencia— o por omisión, al permitir que la impunidad y la negligencia condenen a muerte a personas inocentes.

 

Violencia contra ellas

 

Según Movimiento Manuela Ramos, solo en abril se registraron 10 feminicidios. Además, la Defensoría del Pueblo reportó en febrero de 2025 la desaparición de 235 mujeres adultas, 455 niñas y adolescentes, 11 feminicidios, 3 muertes violentas y 8 intentos de feminicidio.

 

Por otro lado, durante el 2024 la PNP registró 10,278 denuncias por desaparición de mujeres de todas las edades. En el mes de diciembre se presentaron 825 denuncias por esta forma de violencia y en este mismo período la PNP, ubicó a 5,527 mujeres desaparecidas de todas las edades. Sólo en diciembre se ubicaron a 529 víctimas de esta forma de violencia, señala la Defensoría del Pueblo en su último informe.

 

Esto nos muestra que las cifras de mujeres asesinadas y desaparecidas cada año continúan en aumento, lo que evidencia una alarmante crisis de violencia de género. Las regiones más afectadas son Lima, Arequipa, Puno, Cusco, La Libertad, Huánuco, Áncash y Junín, donde las mujeres siguen enfrentando un alto riesgo de feminicidio y desaparición forzada. Esta realidad demanda acciones urgentes y sostenidas para proteger la vida y los derechos de las mujeres en todo el país.

 

En medio de esta tragedia, las madres son las principales afectadas: no solo pierden a sus hijas, sino que cargan con la responsabilidad emocional y física de buscar justicia. Día tras día, estas mujeres caminan sin descanso, enfrentándose a la indiferencia institucional y recorriendo un camino doloroso y muchas veces solitario en su lucha por verdad y reparación.

 

Estado no garante

 

Actualmente, nuestro país atraviesa una grave crisis de inseguridad, en la que el Estado ha dejado de ser garante de nuestros derechos y se ha convertido, lamentablemente, en uno de sus principales violadores.

 

Cuando las madres acuden a las comisarías para denunciar la desaparición de sus hijas, son ignoradas. Cuando reportan el secuestro de sus hijas e hijos, muchas veces las autoridades, en lugar de brindar ayuda, se apresuran a desmentir públicamente sus testimonios. No podemos olvidar que, bajo el actual régimen, 50 peruanas y peruanos fueron asesinados por ejercer su derecho a la protesta en 2022 y 2023, dejando a madres con heridas que jamás sanarán.

 

A esto se suma el hecho inaceptable de que muchas madres han sido reprimidas con gases lacrimógenos mientras sostenían a sus hijos en brazos, y luego humilladas y discriminadas incluso por ministros del gobierno.

 

En el Perú, a las madres no se las respeta: se las desampara, se las silencia y se las revictimiza.

 

Barreras

 

No es ningún secreto que, para muchas empresas, no tener hijos sigue siendo un requisito implícito para considerar a una mujer “más efectiva” o “comprometida” con su trabajo. Esta exigencia no solo responde a estereotipos, sino que refleja una intencionalidad clara: excluir a quienes, por mandato social y biológico, asumen la maternidad y los cuidados. Así, acceder a un buen puesto de trabajo se convierte en un sueño lejano para miles de madres, atrapadas en un sistema que castiga su derecho a decidir sobre su vida personal y profesional.

 

Esta discriminación, lejos de ser uniforme, se agudiza cuando entran en juego otros factores como la raza, la clase social, la edad o el estado civil. La discriminación interseccional se convierte así en un filtro determinante al momento de otorgar empleo: no es lo mismo ser una mujer joven, blanca y sin hijos que ser una mujer indígena, afrodescendiente, de sectores populares o madre soltera. Las barreras no solo se suman, sino que se entrelazan y profundizan, reforzando las desigualdades estructurales.

 

Y lo que es aún peor y deja desprotegidas a las madres, es cuando las entidades públicas encargadas de garantizar igualdad y protección, suelen ser un muro de indiferencia, discriminación y hasta revictimización. No es casualidad, sino parte de un engranaje que perpetúa la desigualdad.

 

A esto se suma la histórica e injusta atribución del cuidado, una carga impuesta casi exclusivamente a las mujeres, que sostiene la economía y la vida misma, pero que sigue siendo invisible y, hasta hoy, no remunerada. Este modelo no es accidental: responde a intereses que priorizan la productividad empresarial y la comodidad del Estado a costa de los derechos y la dignidad de las mujeres.

 

Un día para conmemorar

 

El Día de la Madre no debería ser solo una fecha para celebrar, sino una oportunidad para conmemorar y reflexionar sobre las luchas históricas y actuales de las mujeres. Aún queda mucho por hacer. Como hijos e hijas, dejemos de regalar ollas y sartenes, obsequios que solo refuerzan la idea de que el rol de nuestras madres se limita a la cocina. Es momento de romper con esos estereotipos y apostar por un cambio de mentalidad: empoderemos a nuestras madres, mujeres valientes que han tenido la fuerza para sacarnos adelante y que son capaces de lograr todo lo que se propongan.

 

Además, exijamos al Estado que asuma su responsabilidad ineludible de garantizar el pleno respeto de los derechos de las madres y que actúe de manera efectiva para eliminar las múltiples barreras que ellas enfrentan. Sin un compromiso real y sostenido desde las políticas públicas, cualquier gesto simbólico queda vacío. Es hora de avanzar hacia una sociedad que valore a las madres no solo desde lo afectivo, sino desde la justicia, la equidad y la dignidad.

Por: Jennifer de la Cruz Encalada