El 17 de Diciembre de 1996, en la residencia del embajador de Japón, ubicada en el distrito de San Isidro, se celebraba el natalicio del emperador japonés Morihisa Aoki un evento al que asistieron 500 invitados entre empresarios, diplomáticos, religiosos, militares y políticos
Todo parecía estar en calma, pero cuando el reloj marcó las 8:20 p.m. una explosión destruyó uno de los muros de la embajada permitiendo así el ingreso de catorce miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) a la propiedad, quienes entre disparos y gritos tomaron el control total de la residencia.
Ese mismo día, los terroristas decidieron liberar a todas las mujeres y ancianos. Además, a lo largo de varias semanas, los miembros del MRTA liberaron a otro grupo de rehenes, como mozos o personas que no eran importantes para ellos.
Pero el 2 de febrero de 1997 dejaron de hacerlo y se quedaron con 72 rehenes. Mientras esto sucedía, el Estado Peruano buscaba una salida pacífica para enfrentar la crisis. Sin embargo, conforme fueron pasando los meses, las negociaciones se truncaron y finalmente fracasaron.
El 22 de abril de 1997, el escuadrón de operaciones especiales, conformado por comandos del Ejército y de la Fuerza de Infantería de la Marina de Guerra del Perú, dio inicio a la operación Chavín de Huántar.
Ellos ingresaron por unos túneles que pasaban justo debajo de la sala, del comedor y de la biblioteca de la residencia de embajador de Japón y fue así como el comando Chavín de Huántar pudo ingresar a la residencia y rescatar a los 72 rehenes que el MRTA mantuvo por más de 4 meses secuestrados.
Todos los terroristas fueron abatidos. Uno de los rehenes, el magistrado Carlos Giusti, fue herido en una pierna, lo que le causó una fuerte hemorragia que le provocó la muerte. Dos comandos también murieron, uno de ellos, según algunos testimonios, protegió al Canciller Tudela mientras este escapaba por la azotea.
