En medio del reciente estallido de violencia entre Israel y Palestina, es crucial comprender las raíces profundas de este conflicto que ha perdurado durante décadas. El conflicto se origina en la historia de la Primera Guerra Mundial, cuando Reino Unido prometió territorios tanto a Israel como a los árabes palestinos, generando tensiones desde sus inicios. La declaración del Estado de Israel en 1948 desencadenó una larga serie de enfrentamientos con las naciones árabes vecinas, marcando el inicio de un conflicto sangriento.
El conflicto también se ha visto influenciado por eventos más recientes, como los “asesinatos selectivos” realizados por Israel contra Irán, generando una escalada de tensiones en la región. Además, la negativa de Hamás a negociar y su deseo declarado de que Israel desaparezca complican aún más las perspectivas de paz.
En medio de esta nueva ola de violencia, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se ha reunido para priorizar la protección de los civiles en ambos lados y buscar una solución diplomática para poner fin al conflicto. Mientras Israel cuenta con el respaldo de Estados Unidos, Palestina recibe apoyo de países como Argelia, Irán y Qatar.
El sufrimiento y la pérdida de vidas humanas en ambos bandos son inaceptables. Es esencial que la comunidad internacional trabaje incansablemente para encontrar una solución duradera a este conflicto arraigado en la historia y en cuestiones políticas, religiosas y territoriales complejas. La paz en la región es una necesidad urgente que debe buscarse con determinación y empatía.
