La semana pasada estuvo candente, en primera instancia por las declaraciones de Jorge Barata donde daba a conocer los aportes a distintas campañas electorales. Los personajes políticos presuntamente beneficiados por la empresa Odebrecht fueron Keiko Fujimori, los ex presidentes Ollanta Humala, Alan García, Pedro Pablo Kuczynski y la no revocatoria de la ex alcaldesa, Susana Villarán.
Por otra parte, en el pleno del Congreso una situación muy particular se estaba sucediendo. Patricia Chirinos, congresista de la bancada Avanza País, impulsó una moción con el objetivo de investigar a los miembros de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) al poner en duda la resolución del Parlamento que suspendió a la exfiscal Zoraida Ávalos y cuestionar la presunta revelación de detalles sobre un caso que involucra a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides.
Ambos casos demuestran la situación del Perú, somos un país donde todos hacen lo que quieren, se rompen las normas, nadie respeta la leyes, cada ciudadano debe sobrevivir como puede. Asimismo, los años siguen transcurriendo y gran parte de la población no desea saber nada de política, debido a que ya perdieron la fe en sus representantes. A esto se le suma los constantes actos de corrupción y el autoritarismo que persisten en el territorio nacional.
En síntesis, estos eventos reflejan una preocupante realidad: La falta de respeto por las leyes y la creciente desconfianza en los representantes políticos, ya que la mayoría de ellos se dejan tentar por el poder, cayendo en hechos de corrupción, que tanto daño le hacen al país. La sociedad peruana se enfrenta a una interrogante crucial sobre qué se necesita para ser un buen político en el país, mientras persiste la sensación de que las normas se quebrantan y la fe en la política se desvanece.
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