RECHAZO DEL PUEBLO HACIA EL GOBIERNO

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La visita de la presidenta Dina Boluarte a Lurigancho-Chosica desató una fuerte reacción de rechazo por parte de un grupo de manifestantes. Esta vez, la protesta fue acompañada de un mensaje contundente: el lanzamiento de huevos hacia el vehículo presidencial, reflejo de una creciente frustración en sectores de la ciudadanía que no encuentran en el actual gobierno una respuesta adecuada a sus demandas. En un video compartido por redes sociales, los manifestantes expresaron su descontento con palabras duras, evidenciando que, para muchos peruanos, la gestión de Boluarte se ha vuelto sinónimo de incompetencia y desconexión.

El descontento popular ha sido minimizado por la propia Presidencia, que argumenta que los manifestantes no eran locales y que se trataba de una “portátil” proveniente de otras zonas. Esta respuesta, sin embargo, no logra desviar la atención del problema de fondo: la presidenta sigue enfrentando un nivel de rechazo que trasciende las fronteras de los distritos y localidades. Las declaraciones que sugieren que los manifestantes “no pertenecían” a la comunidad parecen subestimar el alcance del malestar que experimenta una buena parte de la población peruana ante la gestión de Boluarte.

Mientras la presidenta daba un discurso resaltando los valores y la importancia de la educación en su juventud, la reacción de los manifestantes contrasta con las palabras que pronunció frente a los escolares. En un intento de conectar con su audiencia, Boluarte recordó su experiencia en una escuela de condiciones humildes; sin embargo, el gesto fue insuficiente para calmar la indignación de quienes consideran que su liderazgo ha dejado a muchas personas desatendidas y al país sin rumbo claro. El discurso de conexión emocional, por tanto, no parece tener el impacto esperado en una sociedad que demanda cambios estructurales y tangibles en sus condiciones de vida.

El incidente de Lurigancho-Chosica refleja una brecha cada vez más amplia entre el gobierno y la ciudadanía. La negativa de la Presidencia a reconocer el descontento real y su intento de restarle importancia a estas expresiones de rechazo son señales preocupantes de un gobierno que parece alejarse de la realidad que enfrenta el país. Dina Boluarte tiene una tarea difícil por delante: restaurar la confianza en su gestión y demostrar, a través de acciones concretas, que puede responder a las necesidades y preocupaciones del pueblo peruano. Es evidente que nadie la quiere en Perú, a ella, su gobierno y sus aliados en el congreso, el fujimorismo, cerronismo y acuñismo.

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